viernes, 24 de agosto de 2012

Peluquero

Esta mañana fui a pelarme a MI peluquero, Jesús se llama este profesional de la tijera y el peine, al que acudo desde hace ya bastantes años, cuando recaló en Los Dolores desde su anterior destino en Puigcerdá.
Si digo MI peluquero, lo refiero en el sentido de que nosotros los hombres, creo solemos cambiar poco, somos habituales del mismo fígaro.
En toda mi vida , 63 “tacos”, he utilizado los servicios de cinco peluqueros, dos en Cartagena y otros tres en Los Dolores, donde vivo actualmente. Cuando tenia que cambiar, por razones de residencia, de peluquero, se hacia muy difícil responder a la pregunta ¿Cómo lo quiere el Sr.? ¿lo quiere mas corto por detrás? ¿las patillas cortas o largas?, etc. Era una comodidad el que tu habitual barbero-peluquero,  sabia como querías el “pelado” sin tener que decirle nada.

Además con el tiempo mantenías una relación, que te daba opción para hablar de todo, de política menos, ya que cada uno es de su padre y su madre y no es conveniente alterarse mucho con quien lleva una navaja barbera en la mano… Bromas aparte, no es el caso con Jesús, no habla por no ofender, pero su amabilidad y sencillez le honra sobremanera, teniendo el aprecio de toda la clientela del barrio. Es decir el profesional de toda la vida, sin pijadas ni artificios, buena conversación, trato amable y rápido.
Esto de la conversación lo utilizan algunos como propaganda, hace poco lei un anuncio de Santa Coloma de Gramanet que decía “Peluqueria…un precio ajustado y una conversación amena te esperan”.
Enfrente de mi casa de soltero, en la calle de las Beatas, estaba la barbería de Barrull, practicante él,  fue el primer establecimiento que puso duchas al público con agua caliente; en esa misma calle estaban los establecimientos de Ponce, Hernández y en la esquina con la calle Lizana el de Juan Martínez. Rara era la calle del casco antiguo de Cartagena que no tuviera una peluquería.
Estoy escribiendo y me viene a la memoria el aroma del masaje Floid que se ponía mi padre tras afeitarse…
Hay olores que no se olvidan… como el del incienso con una iglesia… el olor de la madera cortada, a las antiguas carpinterías… el olor que te anuncia unos kilómetros más allá, la cercanía del mar… olores…

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